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El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO DIECIOCHO Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO DIECIOCHO Muy bien, Sara. Un diez. Sara leyó las palabras escritas en la parte superior del ejercicio que había hecho ayer y que el señor Jorgensen acababa de devolverle. Sara trató de reprimir una sonrisa de satisfacción al leer las palabras escritas con bolígrafo rojo. El señor Jorgensen en se volvió para mirada mientras entregaba a la niña sentada delante de ella su ejercicio. Cuando Sara le miró, el maestro le guiñó el ojo. Sara sintió que el corazón le daba un vuelco de alegría. Se sentía sumamente orgullosa de sí misma. Era un sentimiento nuevo para ella, y le resultaba muy agradable. Sara estaba impaciente por regresar al bosquecillo y hablar con Salomón -¿Qué le ha pasado al señor Jorgensen, Salomón? -preguntó Sara-o Parece otro hombre. Es el mismo, Sara, pero has observado otras cosas en él. -No creo que haya observado otras cosas en él, sino que hace cosas que no hacía antes. ¿Por ejemplo? -Sonríe más que antes. A veces sonríe antes de que suene el timbre. Antes ap

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO DIECISIETE Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO DIECISIETE El coche de la madre de Sara estaba aparcado a la entrada. Qué raro, pensó Sara. Mi madre no suele llegar a casa tan temprano. -Hola, ya estoy aquí -dijo Sara al abrir la puerta de entrada, sorprendida por este insólito anuncio de su llegada. Pero no obtuvo respuesta. Dejó sus libros sobre la mesa del comedor y después de atravesar la cocina y salir al pasillo que conducía a los dormitorios preguntó-: ¿Hay alguien en casa? -Estoy aquí, cariño -contestó la madre de Sara con su apacible voz. Las cortinas del dormitorio estaban corridas y su madre yacía en la cama con una toalla sobre los ojos y la frente. -¿Qué te pasa, mamá? -preguntó Sara. -No es más que un dolor de cabeza, tesoro. Me ha dolido todo el día y al final decidí que no podía quedarme otro minuto más en el trabajo, de modo que regresé a casa. -¿Te sientes mejor? -La cabeza me duele menos cuando cierro los ojos. Me quedaré acostada un ratito. No tardaré en salir. Cierra la puerta de la habitación y cuand

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO DIECISÉIS Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO DIECISÉIS El viejo y resplandeciente Buick negro del señor Pack aminoró la marcha al pasar junto a Sara. La niña saludó con la mano a los señores Pack y éstos correspondieron a su saludo. Sara recordó los comentarios de su padre sobre sus ancianos vecinos. «Esos viejos son idénticos.» «Incluso se parecen físicamente», había añadido su madre. Hummm, reflexionó Sara, es verdad que se parecen mucho. y recordó el día en que había conocido a esos vecinos. «Ambos van siempre muy atildados», había observado su madre desde el principio. El coche del señor Pack era siempre el más reluciente del pueblo. «Debe de lavarlo todos los días», había comentado su padre con aspereza, pues no apreciaba el Contraste entre el coche del señor Pack, que siempre estaba limpio, y el suyo, generalmente sucio. El césped y el jardín del señor Pack estaban siempre cuidados y las plantas presentaban un aspecto impecable. la señora Pack era tan ordenada como su marido. Sara no había tenido muchas Oportunid

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO QUINCE Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO QUINCE Salomón estaba en lo cierto. Las cosas empezaron a mejorar. De hecho, las semanas siguientes fueron las mejores que recordaba Sara. Todo iba como la seda. Las jornadas escolares se le hacían cada vez más cortas y Sara comprobó asombrada que empezaba a sentirse a gusto en la escuela. Pero Salomón seguía siendo la mejor parte de la jornada de Sara. -Me alegro de haberte encontrado en este bosquecillo, Salomón - dijo Sara-. Eres mi mejor amigo. Yo también me alegro, Sara. Somos aves del mismo plumaje. -Tienes razón a medias -contestó Sara echándose a reír. Al contemplar el maravilloso plumaje de Salomón sintió un tierno aprecio hacia él. -¿Pero qué significa esa expresión, Salomón? La gente utiliza esa expresión para indicar que las cosas que se asemejan se juntan. Las cosas y seres que se asemejan se atraen mutuamente. -¿Como se juntan los petirrojos, los cuervos o las ardillas? Más o menos. Todas las cosas que se asemejan lo hacen, Sara. Pero la semejanza no siempre r

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO CATORCE Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO CATORCE -Hola, Salomón -saludó Sara en un tono inexpresivo, colgando su cartera del poste de la cerca junto al búho. Buenos días, Sara, Hace un día espléndido, ¿no crees? -Supongo que sí - respondió Sara distraídamente, sin percatarse, pues le tenía sin cuidado, de que el sol lucía de nuevo. Después de aflojarse el nudo de la bufanda, se la quitó y la guardó en el bolsillo. Salomón aguardó en silencio a que Sara pusiera en orden sus ideas y le lanzara su acostumbrada andanada de preguntas, pero ese día la niña se mostraba extrañamente taciturna. -No lo entiendo, Salomón --dijo por fin Sara. ¿Qué es lo que no entiendes? -No entiendo de qué sirve que yo aprecie las cosas. No veo que me haga ningún bien ni a mí ni a nadie. ¿A qué te refieres? -Había empezado a pillar la onda. Llevo toda la semana practicando. Al principio me costó bastante, pero luego me resultó más fácil. Hoy, lo apreciaba todo hasta que llegué a la escuela y vi a Lynn y a Tommy metiéndose otra vez co

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO TRECE Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO TRECE -Hola, señor Matson -dijo Sara al atravesar el puente de la calle Mayor camino de la escuela. El señor Matson alzó la vista del motor del coche sobre el que estaba inclinado. Durante los muchos años que llevaba trabajando en la única gasolinera del pueblo, situada en la esquina de la calle Mayor y la calle central, había visto centenares de mañanas a Sara dirigirse a la escuela. Pero era la primera vez que la niña se dignaba saludarlo. Perplejo y sin saber cómo corresponder al saludo, el hombre hizo un gesto ambiguo con la mano. Lo cierto era que la mayoría de las personas que conocían a Sara habían notado unas sorprendentes diferencias en el comportamiento de la niña, por lo general introvertida. En lugar de andar siempre con la vista clavada en sus pies, o absorta en sus pensamientos, Sara se mostraba extrañamente interesada en lo que ocurría en su pueblo de montaña, insólitamente observadora y asombrosamente comunicativa. -¡Hay muchas cosas que apreciar! -murmur

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO DOCE Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO DOCE Algo sencillo, pensó Sara, quiero apreciar algo sencillo. De pronto vio frente a ella al perro del vecino, triscando sobre la nieve. Brincaba, corría y se revolcaba en la nieve, feliz y contento de estar vivo. ¡Eres un perro feliz, Brownie! Yo te aprecio, pensó Sara, que se hallaba a unos doscientos metros del can. En éstas Brownie echó a correr hacia Sara como si ésta fuera su ama y le hubiera llamado por su nombre. Meneando alegremente el rabo, el gigantesco, sarnoso Y peludo can giró dos veces alrededor de Sara y, apoyando las patas sobre sus hombros, la empujó hasta derribada sobre un montón de nieve que había formado la máquina quitanieves hacía unos días. Acto seguido le lamió la cara con su lengua cálida y húmeda. -Ya veo que tú también me quieres, Brownie --dijo Sara, riéndose a carcajadas y sin fuerzas para levantarse. Esa noche, acostada en su cama, Sara pensó en todo lo que había ocurrido aquella semana. Es como si me hubiera montado en una montaña rusa. En u

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO ONCE Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO ONCE -¿Por qué todas las personas son tan malas, Salomón? -preguntó Sara con tristeza. ¿Todas las personas son malas, Sara? No me había dado cuenta. -Bueno, no todas, pero muchas sí. No lo entiendo. Cuando me comporto mal, me siento fatal. ¿Entonces por qué lo haces, Sara?-Generalmente porque alguien se ha portado mal conmigo. Supongo que lo hago para vengarme. ¿Y eso te sirve de algo? -Sí -respondió Sara a la defensiva. ¿En qué sentido, Sara? ¿El hecho de vengarte de alguien hace que te sientas mejor? ¿Acaso cambia la situación, o elimina el daño causado? -No, supongo que no. En realidad, Sara, con eso sólo se consigue añadir más maldad al mundo. Es como unirse a la cadena de dolor de esas personas. Se sienten heridas, luego te sientes herida tú y contribuyes a que otra persona se sienta herida, y así sucesivamente. -¿Pero quién ha empezado esa cadena de dolor? No importa dónde haya empezado, Sara. Lo importante es lo que tú hagas con ella cuando llegue a ti. ¿A qué viene est

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO DIEZ Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO DIEZ -¡Eh, bebé! ¿Te sigues haciendo pis en la cama? Sara les observó enojada mientras se burlaban de Donald. Como su timidez le impedía intervenir, trató de desviar la vista para no percatarse de lo que ocurría. –Se creen muy listos -murmuró en voz baja-o Son crueles. Unos «listillos» de su clase, unos bravucones que siempre andaban en pandilla, se estaban burlando de Donald, un chico nuevo que se había incorporado a la clase hacía un par de días. Su familia se había mudado al pueblo hacía poco y habían alquilado la destartalada casa situada en la esquina de la calle en la que vivía Sara. La casa había estado desocupada durante meses y la madre de Sara se alegraba de la llegada de los nuevos inquilinos. Sara había observado cómo descargaban sus enseres de una vieja furgoneta, preguntándose si aquellos escasos y desvencijados muebles era cuanto poseían. Bastante duro es mudarse a un nuevo pueblo en el que no conoces a nadie, sin tener que soportar que unos bravucones de pacot

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO NUEVE Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO NUEVE -Me gustaría volar como tú, Salomón. ¿Por qué, Sara? ¿Por qué te gustaría volar? -Es aburrido caminar siempre. Vas muy despacio. Tardas mucho en ir de un sitio a otro y apenas ves nada. Sólo ves las cosas que están en el suelo. Cosas aburridas. No has respondido a mi pregunta, Sara. -Sí que la he respondido, Salomón. Quiero volar porque... Porque no te gusta caminar, porque te parece aburrido. En realidad, Sara, no me has dicho por qué quieres volar. Me has dicho por qué no quieres no volar. -¿Acaso no es lo mismo? Claro que no, Sara. Hay una gran diferencia. Inténtalo de nuevo. Un tanto sorprendida por el empeño de Salomón en buscarle tres pies al gato, Sara empezó de nuevo. -Muy bien. Quiero volar porque andar por el suelo no es divertido y porque tardas mucho en ir de un sintió a otro. ¡Ay, Sara! ¿Ves como sigues hablando de lo que no deseas y el motivo de que no lo desees? Vuelve a intentarlo. -De acuerdo. Quiero volar porque... No lo entiendo, Salomón. ¿Qué

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO OCHO Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO OCHO -¿Eres un maestro, Salomón? Desde luego, Sara. -Pero no hablas de las cosas sobre las que los verdaderos maestros, disculpa, los otros maestros, hablan. Me refiero a que hablas sobre cosas que me interesan. Unas cosas muy interesantes. En realidad, Sara, sólo hablo sobre las cosas de las que tú hablas. Sólo te ofrezco información que puede serte útil cuando me haces una pregunta. Todas las respuestas que se ofrecen sin que nadie haya hecho una pregunta al respecto son una pérdida de tiempo. Ni el alumno ni el maestro se divierten con ellas. Sara pensó en lo que acababa de decide Salomón, y reparó en que a menos que ella le preguntara algo concreto, el búho apenas decía nada. -Espera un momento, Salomón. Recuerdo que me dijiste algo sin que yo te preguntara nada. ¿Qué dije, Sara? -Dijiste: « ¿Has olvidado que no puedes ahogarte?» Fue lo primero que me dijiste, Salomón. Yo no te dije una palabra. Estaba tumbada sobre el hielo, pero no te hice ninguna pregunta. Eso indi

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO SIETE Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO SIETE Sara despertó a la mañana siguiente y, como de costumbre, se arrebujó debajo las mantas, resistiéndose a enfrentarse a un nuevo día. De improviso se acordó de Salomón. Salomón, pensó, ¿te he visto o te he soñado? Pero entonces, al despabilarse, recordó haber regresado al bosquecillo, después de clase, en busca de Salomón, y cómo el hielo cedió bajo su peso. No, Salomón, no eres un sueño. Jason tenía razón. Eres real. Sara hizo una mueca al recordar a Jason y Billy gritando mientras se adentraban en el bosquecillo en busca de Salomón. De pronto comenzó a embargarle el nerviosismo que experimentaba cada vez que pensaba en Jason inmiscuyéndose en su vida, agobiándola. No le diré nada a Jason, ni a nadie, que he visto a Salomón. Es mi secreto. Sara se esforzó durante todo el día en prestar atención a sus maestros. No cesaba de pensar en el resplandeciente bosquecillo y el ave gigantesca y mágica. (¿Es cierto que me habló Salomón?, se preguntó ¿O son imaginaciones mías? Quiz

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO SEIS Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO SEIS Sara no recordaba ningún momento en que le resultara fácil concentrarse en lo que ocurría en clase. Hacía tiempo que había llegado a la conclusión de que la escuela era un lugar muy aburrido. Pero aquel día, sin excepción, fue el peor que Sara había tenido que soportar. No conseguía concentrarse en lo que decía el maestro. No dejaba de pensar en el bosquecillo. Cuando por fin sonó el timbre, Sara guardó la cartera en su taquilla y se dirigió al bosque. -Debo de estar loca -murmuró para sí mientras se adentraba en el bosquecillo dejando sus huellas profundamente impresas en la nieve-. Busco a un estúpido búho que probablemente ni siquiera existe. Bueno, si no lo encuentro enseguida, me marcho. No quiero que Jason sepa que he venido ni que siento interés por esa ave. Sara se detuvo y aguzó el oído. El silencio era tan denso que hasta oía su propia respiración. No vio a ningún animal. Ni un ave ni una ardilla. Nada. De no ser por las huellas que Jason, ella y el perro habí

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO CINCO Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO CINCO -¡Espérame, Sara! Sara se detuvo en el cruce y esperó a que su hermanito echara a correr hacia ella a toda velocidad. -¡Ven a verlo, Sara, es increíble! Seguro, pensó la niña, recordando el último objeto «increíble» que Jasón le había mostrado. Era una rata de granero que Jasón había capturado con la trampa que él mismo había confeccionado. «La última vez que miré estaba viva», según había asegurado a su hermana. En dos ocasiones Jason había pillado a Sara desprevenida y había conseguido que mirara dentro de su cartera del colegio, donde la niña había hallado un inocente pajarillo o ratón que había caído fulminado por Jasón y sus roñosos compinches, eufóricos e impacientes por utilizar las nuevas carabinas de aire comprimido que les habían regalado en Navidad. (¿Qué les pasa a los chicos?, se preguntó Sara, aguardando mientras Jason, cansado, aminoraba el paso al ver que su hermana se había detenido para esperarle. (¿Cómo es posible que disfruten lastimando a unos

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO CUATRO Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO CUATRO Sara se detuvo en el puente de la calle Mayor, para comprobar si el hielo que cubría el río tenía el suficiente grosor para atravesado a pie. Vio unas pocas aves posadas sobre el hielo y las huellas de un perro grande en la nieve que lo cubría, pero observó que la capa de hielo aún no era lo bastante gruesa para soportar su peso, cargada como iba con su pesado abrigo, sus botas y su voluminosa cartera llena de libros. Más vale que espere un poco, pensó mientras contemplaba el río helado a sus pies. Asomada sobre el hielo, apoyada en la herrumbrosa barandilla que creía que había sido instalada allí para su uso y disfrute, sintiéndose mejor de lo que se había sentido en mucho tiempo, Sara decidió quedarse un rato admirando el espléndido río. Depositó la cartera a sus pies y se apoyó contra la herrumbrosa barandilla de metal, su lugar favorito. Descansando apoyada en la barandilla, disfrutando del paisaje, Sara sonrió al recordar el día en que el camión cargado de heno

El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO TRES Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO TRES De lo único que Sara era consciente, mientras yacía de espaldas en el suelo cubierto de barro, frente a su taquilla, era de que el codo le dolía mucho. Caerse siempre produce una conmoción. Ocurre en un abrir y cerrar de ojos. Te diriges apresuradamente a ocupar tu pupitre en la clase antes de que suene el timbre, cuando de pronto das un traspiés y te encuentras tumbada boca arriba en el suelo, inmóvil, sorprendida y con todo el cuerpo molido. Y lo peor que puede pasarte es caerte en la escuela, delante de todos. Al alzar los ojos Sara vio un mar de rostros que la observaban con expresión divertida, sonriendo despectivamente, riendo disimuladamente o carcajeándose de ella. ¡Como si a ellos no les hubiera ocurrido nunca nada parecido! Después de darse cuenta de que no existía nada tan divertido como un hueso roro o una herida sangrando, o una víctima retorciéndose de dolor, la multitud se dispersó y los morbosos compañeros de Sara regresaron a sus respectivas aulas. Un b