El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO DIECIOCHO Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO DIECIOCHO

Muy bien, Sara. Un diez. Sara leyó las palabras escritas en la parte superior del ejercicio que había hecho ayer y que el señor Jorgensen acababa de devolverle.

Sara trató de reprimir una sonrisa de satisfacción al leer las palabras escritas con bolígrafo rojo. El señor Jorgensen en se volvió para mirada mientras entregaba a la niña

sentada delante de ella su ejercicio. Cuando Sara le miró, el maestro le guiñó el ojo.

Sara sintió que el corazón le daba un vuelco de alegría. Se sentía sumamente orgullosa de sí misma. Era un sentimiento nuevo para ella, y le resultaba muy agradable.

Sara estaba impaciente por regresar al bosquecillo y hablar con Salomón




-¿Qué le ha pasado al señor Jorgensen, Salomón?

-preguntó Sara-o Parece otro hombre.

Es el mismo, Sara, pero has observado otras cosas en él. -No creo que haya observado otras cosas en él, sino que hace cosas que no hacía antes.

¿Por ejemplo?

-Sonríe más que antes. A veces sonríe antes de que suene el timbre. Antes apenas sonreía. ¡Hasta me ha guiñado el ojo! Y en clase cuentas unas historias tan divertidas que hace que nos riamos a carcajadas. Parece más feliz que antes, Salomón.

Todo parece indicar que tu maestro se ha unido a tu cadena de la alegría, Sara.

La niña se quedó pasmada. ¿Acaso Salomón le atribuía a ella el cambio en la conducta del señor Jorgensen?

-¿Quieres decir que he sido yo quien ha hecho que el señor Jorgensen se sienta más feliz?

No ha sido sólo cosa tuya, Sara, porque el señor Jorgensen desea ser feliz. Pero tú le has ayudado a recordar que desea ser feliz. Y le has ayudado a recordar por qué decidió ser maestro. -Yo no he hablado con el señor Jorgensen de esas cosas, Salomón.

¿Cómo pude haberle ayudado a recordarlas?

Lo conseguiste a través del aprecio que sientes por el señor Jorgensen. Verás, cada vez que prestas atención a alguien, o a algo, y al mismo tiempo sientes esa maravillosa sensación de aprecio, haces que se intensifique el estado de felicidad de esas personas. Les proporcionas un baño de aprecio.

-¿Como si las rociara con la manguera del jardín? _Sara rió de gozo, satisfecha de que se le había ocurrido esa ingeniosa analogía.

Sí, Sara, es algo muy parecido. Pero antes de que puedas rociar a las personas con la manguera, tienes que conectada al grifo y abrirlo. Y eso lo haces al apreciarlas.

Cada vez que sienten aprecio o amor por alguien, cada vez que ves algo positivo en una persona o en algo, te conectas al grifo.

-¿Quién instala el aprecio en el grifo, Salomón? ¿De dónde sale?

Siempre ha estado ahí, Sara. Es algo natural. -¿Entonces por qué las personas no rocían siempre a los demás con su aprecio?

Porque la mayoría de las personas se han desconectado del grifo, Sara. N o intencionadamente, pero no saben cómo permanecer conectadas a él.

-Así que según tú, ¿puedo conectarme cuando quiera al grifo y rociar con mi aprecio a quien quiera, en cualquier momento y en cualquier lugar?

Así es, Sara. Y cada vez que rocíes a las personas con tu manguera de aprecio, observarás unos cambios evidentes. -¡Vaya! -murmuró Sara, tratando de captar mentalmente la magnitud de lo que acababa de averiguar-o ¡Es como magia, Salomón!

Al principio parece magia, Sara, pero al cabo de un tiempo te parecerá de lo más natural. Sentirse bien -y convertirte en un catalizador para que otros se sientan bien – es la cosa más natural.

Sara cogió la cartera y la chaqueta que se había quitado, dispuesta a despedirse de Salomón hasta el día siguiente.

Recuerda, Sara, que tu tarea consiste en mantenerte conectada al grifo.

Sara se detuvo y se volvió para mirar a Salomón, comprendiendo de golpe que esto quizá no fuera tan fácil, ni tan mágico, corno el búho le había dado a entender. -

¿Existe algún truco para mantenerme conectada al grifo, Salomón?

Quizá requiera un poco de práctica, al principio. Pero al cabo de un tiempo conseguirás dominar/o. Durante los próximos días, Piensa en algo, y luego presta atención a cómo te sientes. Observarás que cuando sientas aprecio, satisfacción, cuando felicites a alguien o veas aspectos positivos en una persona u objeto, te sentirás maravillosamente, lo cual significa que estás conectada al grifo. Pero cuando censures, critiques o culpes a alguien por algo, no te sentirás bien. Yeso significa que estás desconectada, al menos durante el rato que te sientes mal. Diviértete con esto, Sara.

Tras esas palabras, Salomón desapareció.

Sara echó a andar hacia su casa sintiéndose eufórica.

Había disfrutado mucho con el juego del aprecio que le había propuesto Salomón, pero la idea de apreciar a alguien o algo con el propósito de conectarse a ese maravilloso grifo le parecía aún más excitante. Le daba más motivos para apreciar lo que le rodeaba.

Sara dobló la esquina y enfiló el último tramo del trayecto hacia su casa cuando vio a la vieja tía Zoie avanzando lentamente por el camino empedrado de su casa.

Sara no la había visto en todo el invierno y le sorprendió veda fuera. Como la tía Zoie no la había visto, Sara se abstuvo de saludada, pues no quería sobresaltada ni entablar con ella la larga conversación que se temía. La tía Zoie caminaba muy despacio, y a lo largo de los años Sara había aprendido a ahorrarse el mal rato de ver a la tía Zoie tratando de hallar las palabras con que expresar sus pensamientos. Parecía corno si su mente trabajara más deprisa que sus labios y se hiciera un lío con los pensamientos que bullían en su cabeza. El hecho de que Sara tratara de ayudada, apuntando alguna que otra palabra, sólo servía para irritar aún más a la tía Zoie. De modo que Sara decidió evitar encontrarse con ella. Pero tampoco era la solución ideal. Le entristeció ver cómo la pobre anciana subía torpemente los escalones de la entrada. Se sujetaba a la barandilla con todas sus fuerzas, avanzando pasito a paso, salvando lentamente los cuatro o cinco escalones del porche de su casa.

Espero no acabar como ella cuando sea vieja, pensó Sara.

Entonces recordó su última charla con Salomón. ¡El grifo! ¡La rociaré con el grifo! Primero, me conectaré al grifo y luego la rociaré con mi aprecio. Pero no lograba experimentar ese sentimiento. Bueno, volveré a intentar/o. Sara se sentía frustrada.

-Esto es importante, Salomón -rogó a su amigo el búho-o La tía Zoie también necesita que la rocíe con mi aprecio.

Pero no obtuvo respuesta de Salomón.

-¿Dónde te has metido, Salomón? -gritó Sara, sin darse cuenta de que la tía Zoie había reparado en su presencia y la observaba desde el porche.

-¿Con quién hablas? -preguntó la anciana a Sara. Sara se sobresaltó.

-Con nadie -respondió turbada, echando a andar apresuradamente por el camino.



Al pasar frente al jardín de la tía Zoie, Sara observó que estaba hecho un lodazal, esperando que su dueña lo plantara de nuevo en primavera. Roja de vergüenza y furiosa,

Sara se fue a su casa.

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