El libro de Sara Primera Parte Sara y la amistad eterna entre aves del mismo plumaje CAPÍTULO DIECISÉIS Esther y Jerry Hicks

CAPÍTULO DIECISÉIS




El viejo y resplandeciente Buick negro del señor Pack aminoró la marcha al pasar junto a Sara. La niña saludó con la mano a los señores Pack y éstos correspondieron a su saludo.

Sara recordó los comentarios de su padre sobre sus ancianos vecinos.



«Esos viejos son idénticos.»

«Incluso se parecen físicamente», había añadido su madre.



Hummm, reflexionó Sara, es verdad que se parecen mucho. y recordó el día en que había conocido a esos vecinos. «Ambos van siempre muy atildados», había observado su madre desde el principio. El coche del señor Pack era siempre el más reluciente del pueblo.

«Debe de lavarlo todos los días», había comentado su padre con aspereza, pues no apreciaba el Contraste entre el coche del señor Pack, que siempre estaba limpio, y el suyo, generalmente sucio. El césped y el jardín del señor Pack estaban siempre cuidados y las plantas presentaban un aspecto impecable. la señora Pack era tan ordenada como su marido.



Sara no había tenido muchas Oportunidades de entrar en casa de los Pack, pero las pocas veces que había puesto los pies en ella, por haberla enviado su madre con

un recado, le había impresionado lo ordenada y limpia que estaba siempre, sin un detalle fuera de lugar. ¡La ley de la atracción universal!, pensó Sara.

El hermano de Sara, Jason, y su revoltoso amigo Billy, pasaron a toda velocidad Junto a Sara montados en sus bicis, aproximándose cuanto podían sin chocar con ella. - ¡Eh, Sara, fíjate por dónde vas! -se mofó Jason.

Sara les oyó reír a carcajadas mientras circulaban por la calle.

¡Mocosos!, pensó Sara Ocupando de nuevo su lugar en la calzada, irritada por haberse apartado para dejarles pasar.

-Son tal para cual -masculló_. Se divierten haciendo trastadas. -De pronto se paró en seco-o Aves del mismo plumaje -comentó sonriendo. ¡Dios los cría y ellos se juntan! ¡Ésa es la ley de la atracción universal!

¡Y afecta a todas las personas y objetos que existen en el Universo! Sara recordó las palabras de Salomón.

Al día siguiente, Sara pasó un buen rato buscando pruebas de la ley de la atracción universal.

¡Están en todas partes!, pensó mientras observaba a adultos, niños y adolescentes ocupándose de sus quehaceres en el pueblo.

Sara se detuvo en Hoyt's Store, una tienda de ultramarinos y otros artículos, situada en el centro del pueblo, no lejos del camino a la escuela. Compró una goma de borrar para suplir a la que un compañero le había perdido prestada ayer y no se la había devuelto, y una chocolatina para después del almuerzo.

A Sara le gustaba entrar en esta tienda. Siempre le producía una sensación agradable. Los dueños de la tienda eran tres hombres joviales y risueños que continuamente estaban dispuestos a bromear con las personas que entraban en el establecimiento. Como era la única tienda de ultramarinos del pueblo, siempre estaba llena, pero incluso cuando se formaban largas colas, los dueños no dejaban de sonreír y bromear con quienquiera que les siguiera el juego.

-¿Cómo te va, pequeña? -le preguntó sonriendo el más alto de los tres hombres.

Su entusiasmo sorprendió un poco a Sara. Los dueños de la tienda no solían bromear con ella, cosa que a Sara le tenía sin cuidado, pero hoy parecían más dispuestos.

-Muy bien -respondió Sara resueltamente.

-¡Así me gusta! ¿Qué vas a comerte en primer lugar, la chocolatina o la goma de borrar?

-Creo que primero me comeré la chocolatina. ¡La goma de borrar la reservo para el postre! -contestó Sara sonriendo.

El señor Hoyt soltó una carcajada, sorprendido del buen humor de Sara. Su ingeniosa respuesta sorprendió también a la misma Sara.

-¡Que pases un buen día, tesoro! ¡Diviértete!

Sara se sentía estupendamente cuando salió de la tienda y enfiló por la calle Mayor. Aves del mismo plumaje, pensó. La ley de la atracción universal. ¡Está en todas partes!

¡Qué día tan hermoso! Sara alzó la vista y contempló el cielo límpido y azul, apreciando el tibio y maravilloso día de invierno.

-¡Brrrruuuuum! –gritaron Jason y Billy al unísono al pasar como una exhalación junto a Sara, montados en sus bicicletas y pedaleando a toda velocidad. Pasaron casi rozándola, sin chocar con ella pero salpicándole las piernas de barro.

-¡Monstruos! -chilló Sara enfurecida. Esto no tiene sentido. Tengo que comentárselo a Salomón.

Cuando sus empapadas ropas se secaron Sara consiguió eliminar la mayoría de manchas de barro, pero al término de la jornada seguía sintiéndose confundida y furiosa.

Estaba furiosa con] asan, pero eso no era una novedad. También estaba enfadada con Salomón, con la ley de la atracción universal, con las aves del mismo plumaje y con las personas malas. En realidad, estaba enfadada prácticamente con todo el mundo.

Como de costumbre, Salomón estaba posado sobre la cerca, esperando pacientemente la visita de Sara.

Hoy pareces muy excitada, Sara. ¿De qué quieres hablarme?

-¡Hay algo que no encaja en esta ley de la atracción universal! -contestó Sara.

La niña se detuvo, esperando a que Salomón n la corrigiera.

Continúa, Sara.

-Dijiste que según la ley de la atracción todos los cuerpos semejantes se atraen mutuamente, ¿no es así? y Jason y Billy son malos. Se pasan el día buscando la forma de fastidiar a la gente. -Sara se detuvo unos instantes, suponiendo que Salomón la interrumpiría.

Prosigue.

-Pero yo no soy mala, Salomón. Quiero decir que no me dedico a salpicar a las personas con barro ni atropelladas con mi bici. No atrapo ni mato a animalitos ni desinflo los neumáticos de la gente, así que no entiendo por qué Jason y Billy andan siempre detrás de mí. No somos aves del mismo plumaje. ¡Somos muy distintos!

¿De veras crees que Jason y Billy son malos, Sara?

-¡Estoy convencida!

Son unos granujas, en eso estoy de acuerdo contigo, dijo Salomón sonriendo, pero son como todas las personas y los seres del Universo. Constituyen una mezcla de lo deseable y lo indeseable. ¿No has visto nunca hacer algo bueno a tu hermano? -Alguna vez, pero muy pocas -balbució Sara-o Tengo que pensar en ello. Pero sigo sin entenderlo, Salomón. ¿Por qué no me dejan tranquila? ¡Yo no me meto con ellos!

Escucha, Sara. Siempre tienes la opción de contemplar algo que deseas, o algo que no deseas. Cuando contemplas algo que deseas, por el simple hecho de mirarlo empiezas a vibrar junto con esa persona o cosa. Te asemejas a esa persona o cosa ¿Lo has entendido, Sara?

-¿Te refieres a que por el mero hecho de observar a una persona que es mala, me convierto también en mala?

No exactamente, pero veo que empiezas a captar/o. Imagina un tablero con lucecitas, aproximadamente del tamaño de tu cama.

-¿Un tablero con lucecitas?

Sí. Un tablero con un millar de lucecitas, como las lucecitas de un árbol de Navidad, que sobresalen del tablero. Un mar de luces. Miles de luces, y tú eres una de ellas. Cuando prestas atención a algo, por el mero hecho de prestar/e atención, tu luz en el tablero se enciende y, en ese momento, todas las otras luces en el tablero -es decir, en una armonía vibratoria con tu luz -, se encienden también. Esas luces encendidas representan tu mundo. Son las personas y las experiencias a las que ahora tienes un acceso vibratorio.

Piensa en ello, Sara.

De todas las personas que conoces, a cuál de ellas fastidia y chincha más tu hermano Jason? -¡A mí, Salomón! -respondió Sara sin vacilar-o ¡No deja de chincharme!

Y de todas las personas que conoces, c' cuál de ellas crees que se siente más molesta por las trastadas de Jason? ¿Quién crees que enciende su luz en el tablero de lucecitas en una armonía vibratoria con esos granujas?

Sara rompió a reír, empezando a captar el asunto. -Yo, Salomón. Yo soy quien se siente más molesta por sus trastadas. Mi lucecita en el tablero se enciende constantemente cuando observo a Jason y me enfurezco con él.

De modo, Sara, que cada vez que ves algo que no te gusta, cuando reparas en ello, te resistes a ello y piensas en ello, enciendes tu lucecita en el tablero, pero no consigues librarte de la sensación de molestia. Con frecuencia te pones a vibrar incluso cuando Jason no anda cerca. Eso es porque recuerdas lo que ocurrió la última vez que tu hermano andaba cerca. Pero lo mejor de esto es que siempre sabes, por la forma en que te sientes, con qué o quién has adquirido una armonía vibratoria.

- ¿A qué te refieres?

Cada vez que te sientes feliz, cada vez que sientes aprecio por alguien o algo, cada vez que observas los aspectos positivos de esa persona u objeto, vibras en armonía con lo que sí deseas. Pero cada vez que te sientes enojada o temerosa, cada vez que te sientes culpable o decepcionada, en esos momentos adquieres armonía con lo que no deseas.

-¿Cada vez, Salomón?

Sí. Siempre puedes guiarte por tus sentimientos. Es una guía segura. Medita sobre ello, Sara. Durante los próximos días, mientras observas a las personas que te rodean, presta atención a cómo te sientes. Muéstrate a ti misma con qué adquieres una armonía vibratoria.

-Muy bien. Lo intentaré, Salomón. Pero es muy difícil. Tendré que practicado muchas veces.

Es cierto. Es agradable tener a tantas personas a tu alrededor con las que practicar. Diviértete con esto.

Y tras estas palabras, Salomón alzó el vuelo y desapareció.

Para ti es fácil decir/o, Salomón, pensó Sara. Tú puedes elegir con quién quieres pasar el rato. No tienes que ir a la escuela y soportar a Lynn ya Tommy. No tienes que convivir con Jason.

De pronto, con tanta claridad como si Salomón estuviera allí sentado hablando directamente con ella, Sara le oyó decir:



Cuando tu felicidad depende de lo que otras personas hagan o dejen de hacer, estás atrapada, porque no puedes controlar lo que Piensen o hagan. Descubrirás la auténtica liberación, una libertad que ni siquiera imaginas, cuando descubras que tu felicidad no depende de otros. Tu felicidad depende de aquello en lo que tú decides centrar tu atención.

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